Una mañana de un sábado del pasado mes de mayo, el artista Jaime Pitarch nos convocó a amigos y a muchos otros conocidos o desconocidos, a su taller de la calle Calabria. A la entrada, una de sus colaboradoras nos daba unas breves instrucciones: apagar el móvil, mantener el silencio, entrar de diez en diez. Dentro, un equipo de filmación, una pila de mármol y un jabón nos esperaban.
A las diez comenzó el rodaje.
Durante 5 horas ininterrumpidas unas 400 personas pasamos por ese "set" aquella mañana, y nos lavamos las manos, consecutivamente, con una pastilla de jabón de Alepo, mientras una cámara cenital iba recogiendo, sin interrupciones, ese acto cotidiano, que, en aquella ocasión, y en aquel contexto, estaba revestido de gran solemnidad y emoción.
El rodaje concluye cuando la pastilla de jabón mengua tanto que desaparece por completo bajo el grifo.
El vídeo resultante de aquella filmación es una instalación artística sublime, y su nombre es "Jabón de Alepo". Con ella, su autor nos recuerda la destrucción de la ciudad siria ante la pasividad de Europa. Una metáfora que sacude conciencias y nos obliga a pensar nuestro papel como sociedad ante la barbarie más cercana...
