Berger habla de sus sensaciones ante un papel en blanco, lápiz en mano; evoca experiencias vitales relacionadas con el arte; habla del silencio al que invitan los cuadros de Vincent Van Gogh; o del brío con el que dibujaba Picasso ("cada trazo le recuerda a uno el acto de dibujar y el placer que este depara. Por eso sus dibujos nos parecen insolentes (...), no se someten a nada").
El libro, un pequeño ensayo autobiográfico, te invita a buscar un rincón tranquilo donde compartir con él sus reflexiones sobre la soledad creadora. Una de las citas que Berger recoge, del escritor Adam Zagajewski, me pareció sublime (y, por cierto, me hizo pensar en mi amigo Ramón): "A cierto viajero que conocía varios continentes le preguntaron qué le parecía lo más sobresaliente de todo lo que había visto. Y él contestó: el hecho de que haya gorriones en todas partes".