Vuelvo a
Roma. Aterrizo en Fiumicino y sonrío recordando el tiempo en que viví en Italia, como estudiante.
La estación Termini, il trenino, los baci con el capuccino, los adoquines del Trastevere, el caos romano….
Desde la ventana de mi hotel casi veo el Coliseo, y las cúpulas de colores pastel que se ofrecen como escenario inmejorable para para pasear sin un destino fijo. Y sonrío recordando a Audrey montada en aquella mítica Vespa, mientras admiraba, como yo ahora, la magia de la ciudad eterna.