Siempre me han gustado mucho los hermanos Durrell. Aún recuerdo las carcajadas que me provocó en mi adolescencia la lectura de la novela "Mi familia y otros animales" de Gerald Durrell, un retrato cautivador y biófilo de los veranos de su infancia en la isla de Corfú. Ahora acabo de terminar "Antrobus", de su hermano Lawrence Durrell, y también he reído con alguna de las andanzas disparatadas de su protagonista, un rancio personaje del Foreign Office durante su misión en una embajada tras el "telón de acero".
En uno de los relatos, el embajador japonés y su esposa durante una recepción en la embajada austríaca, confunden sake con vino y la descripción de los giros sin control de la pareja, en el momento del baile, es sublime: “Los Kawaguchi atravesaron las puertas como un meteoro (…) El impulso trágico, pero increíblemente hermoso, del vals, los llevó hasta el estanque…”.
Delicias.