En la calle Muntaner, casi en Diagonal, ocupa toda una esquina el bar Velódromo, un café
con techos altísimos y estética art nouveau. Sus suelos de mármol, sus
lámparas jungstyle y sus azucareros plateados te invitan a desenfundar
cuaderno, a escribir y a saborear el café mientras observas, a través de sus
generosos ventanales, el ritmo acelerado
de la vecina Diagonal.
Y, si te concentras y cierras los ojos, casi podrás escuchar los compases de un vals, que probablemente está sonando en algún otro café, en alguna otra ciudad, en algún otro momento de tu vida...