Era una anciana elegante, alta, señorial. Tenía una ligera extravagancia que le daba un cierto toque de irrealidad. La encontré esta mañana sentada en la parada del autobús. Estaba haciendo punto con sus dos agujas y un ovillo de lana que salía de su generoso bolso de piel. Al ver a mi niño, le sonrió, le preguntó su nombre, y le ofreció un caramelo. Después, elogió la boina de lana que yo llevaba hoy y me preguntó que de dónde era. Yo le confesé que también me había fijado en el precioso gorrito que lucía ella, tejido a mano, gustoso, y con una flor a modo de broche en un lateral. "Los hago yo", me dijo orgullosa y serena. Íbamos a seguir conversando, pero llegó mi autobús y me tuve que despedir precipitadamente.
Mientras la veía alejarse, tras la ventanilla, la seguí mirando aún cautivada por su extraña personalidad, y sentí no haber tenido tiempo para desearle "felices fiestas"...
...Aunque, ¿cómo deseárselas a la mismísima Navidad?
Ladytacones pasea por las calles de la ciudad ajena. Lleva en su bolso un libro, un cuaderno y lápices de colores...
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