Visitando en Bruselas hace unos días el Museo Magritte, dedicado al pintor surrealista belga, disfruté del juego que su obra propone a quien la observa: imágenes que reproducen realidades alteradas o ambiguas que nos fuerzan a plantearnos los límites de nuestra percepción.
No es extraño que su estilo se haya calificado como de "realismo mágico", la corriente pictórica y también literaria que tanta belleza nos ha regalado...