La semana pasada volví a Sevilla, una de mis ciudades. En ella viví más de una década, y, cada vez que vuelvo a ella, desde que me marché, se remueven sentimientos, recuerdos y nostalgias en cada esquina de sus calles; en cada tramo de su río.
Algunos locales que formaban parte de mi historia personal en la ciudad han desaparecido. Muchos han llegado nuevos, sobre todo ligados al turismo, que inunda la ciudad. Pero hay esencias atemporales y sutiles, a las que las reformas, las mudanzas y las franquicias no pueden alcanzar; ésas que, de manera inconsciente, identifica el alma al instante y deja que nos asalten y nos emocionen.
Con el beso dulce de la nostalgia...
... y la satisfacción de la pertenencia.