Leyendo este verano el fantástico libro "
Proscritas. Cinco escritoras que cambiaron el mundo", de Lyndall Gordon, disfruté muchísimo con las biografías que la autora dibuja sobre Mary Shelley, Emily Brontë, George Eliot, Olive Schreiner y Virginia Woolf.
Tras acabarlo decidí leer algo de George Eliot, y descubrí en su novela "Middlemarch" a una autora prodigiosa, Mary Ann Evans, que, como tantas obras coetáneas se vio obligada a publicar bajo un nombre masculino. Asombra ver la profundidad con la que refleja los matices del alma humana y la naturalidad con que describe la vida en provincias en la Inglaterra de 1830. No es de extrañar que la novela fuera enormemente admirada por Virginia Woolf, o que autores como Martin Amis y Julian Barnes hayan dicho de ella que es, probablemente, la mejor novela de lengua inglesa.
"Por supuesto la estaba observando, y sus miradas se encontraron con ese peculiar encuentro al cual nunca se llega por empeño, sino que se asemeja a un repentino y divino levantamiento de la neblina"...
"Era melancólica y parecía agradecida; bastaba con su presencia, como ocurre con la luz del atardecer".
-"He de irme", dijo, con esa mirada peculiar que en ocasiones acompaña a la amargura como si los ojos se hallaran cansados y quemados de mirar demasiado cerca una luz".
"...porque el creciente bien del mundo depende en parte de hechos sin historia, y que las cosas no sean tan malas para ti y para mí como pudieran haber sido, se debe en parte a los muchos que vivieron fielmente una vida oculta, y descansan en tumbas no frecuentadas".
Camina, escribe, dibuja