Hace unos días volví a leer el libro-catálogo que se publicó con motivo de esa exposición, y volví a disfrutar de la pintura poética, intensa, íntima, de Hammershoi; de su paleta de austeros grises; de su fascinación por el vacío; de sus estancias habitadas por mujeres, con frecuencia de espaldas; de sus atmosféras de silencio, de ausencia, de profundo ensimismamiento.
La depuración de elementos expresivos en los cuadros de Hammershoi nos transmite el misterio visual de esas mujeres cuyos sentimientos o pensamientos no alcanzamos a descifrar, o a entender, pero cuya intensidad dramática llega, de manera fulminante, y nos suspende en el tiempo. La extraña luz de sus habitaciones, además, conecta con una cierta angustia, con la esencia primordial de lo urbano, según algunos...
La depuración de elementos expresivos en los cuadros de Hammershoi nos transmite el misterio visual de esas mujeres cuyos sentimientos o pensamientos no alcanzamos a descifrar, o a entender, pero cuya intensidad dramática llega, de manera fulminante, y nos suspende en el tiempo. La extraña luz de sus habitaciones, además, conecta con una cierta angustia, con la esencia primordial de lo urbano, según algunos...
El libro recoge, al final, una cita de la correspondencia privada de uno de sus profesores, en el que se dirigía a un colega hablando de Hammershoi, en 1883, en los siguientes términos "Tengo un alumno que pinta de una manera verdaderamente extraña. No lo entiendo, creo que llegará a tener prestigio e intento no influenciarlo".
Alabado sea, señor profesor.