Espacios blancos. Velas. Suelos de madera. Zapatos fuera. Plantas sobre el alféizar de la ventana. Un piano. Una guitarra apoyada en la pared. Una mesa de madera grande y alargada en donde comer, conversar, trabajar. Muchos libros. Loza blanca de marimekko y de ikea. Teteras y muchas tazas bonitas para tomar un té o un café en mullidos sofás y sillones...
Siempre me he sentido muy atraída por la estética escandinava, por su armonía, su pureza, su paz.
Hygge es un estilo de vida de los países nórdicos, que reivindica la felicidad de las pequeñas cosas, y que propone hacer del tiempo que se pasa en la casa (y que en los países nórdicos, debido a su meteorología, es mucho), un tiempo de calidad, acogedor, bello.
Junto a esa "conciencia del detalle",
estos días en Finlandia, he podido comprobar también la "conciencia respecto a cada persona" que también practican sus habitantes. En una excursión que hicimos, organizada por la
Conferencia a la que asistía en Helsinki, nuestra guía, una vez que subimos al autobús que nos llevaría a nuestro destino, nos dio la bienvenida y antes de salir nos dijo que nos quería presentar a "la persona más importante que nos acompañaba: Osmo, el conductor", sin el cual nunca llegaríamos a la granja ecológica que nos proponíamos visitar.
Sonreí. Aprendí. Celebré.
Sin duda, esto es la Excelencia.
