Una de las propuestas que siempre está presente en la agenda ambiental, al hablar de ciudades más sostenibles, es el aumento de la disponibilidad de espacio verde urbano, por sus beneficios tanto en el bienestar y la felicidad que nos hace percibir; como en nuestra salud (disponer de un espacio verde cercano reduce la incidencia de enfermedades cardíacas, obesidad o depresión); e incluso en la reducción de los índices de delincuencia.
Junto a esos beneficios, además, el verde urbano haría nuestras ciudades más resilientes, porque nos permitiría anticiparnos a las olas de calor que llegan con el cambio climático, y cuyos efectos sobre la salud son relevantes.
Indudablemente, este tipo de Soluciones, requieren intervenciones sistémicas, que vengan no sólo del ámbito estrictamente ambiental o conservacionista, sino que sean concebidas en el marco de un modelo de ciudad diferente, en el cual, acudan al rescate tanto un nuevo urbanismo ecológico, como una nueva concepción del espacio público que proponga nuevos modelos de movilidad: mayor espacio para el verde urbano (jardines, corredores verdes, recuperación de riberas, huertos urbanos, cubiertas verdes en altura...), y mayor espacio verde, habitable y de calidad, para otra de las especies que habitan los ecosistemas urbanos: las personas.