Paseando hoy por Sevilla, la ciudad en la que viví durante mucho tiempo y en la que paso ahora unos días, recordé cómo, en una ocasión, escuché a la dueña de una taberna de la calle Pureza, en Triana, responderle a alguien, en una mesa cercana: "Coca-cola no pongo".
Genio y figura.
Ole.