Por habernos enseñado que la ciudad es para los ciudadanos, no sólo para los peatones, y que hay muchos derechos que como ciudadanos, con los actuales modelos de movilidad y espacio público, no podemos ejercitar.
Por haber ideado un nuevo modelo urbano, ecosistémico, eficiente, inclusivo, respetuoso con las personas y con el planeta.
Por no cesar en su búsqueda de soluciones urbanas que permitan que el espacio público, el que nos hace ciudadanos, sea cada vez de una mayor calidad y habitabilidad.
Por haber creado las supermanzanas, nuevas células urbanas que se están ya implantando en numerosas ciudades a nivel global, y que permiten articular de manera integrada la respuesta a desafíos tan complejos y acuciantes como el ruido, la contaminación, el efecto isla de calor, las disfunciones que crea la movilidad ligada al vehículo privado...
Por no haber olvidado, en el modelo, la importancia de cuidar y proteger la biodiversidad en las ciudades. Por haber imaginado y diseñado un nuevo urbanismo, el urbanismo ecosistémico de los tres niveles, en subsuelo, superficie y altura.
Por haber inspirado a generaciones de arquitectos y urbanistas en tantos países del mundo.
Por llevar trabajando muchos años, para un objetivo que nuestro hijo pequeño definió muy bien, cuando sólo tenía 6 años en un trabajo que tuvo que hacer para el cole: "mi padre trabaja para mejorar las ciudades y convierte las calles en plazas".