Cada vez que
leo las agendas culturales de los periódicos no puedo evitar que mis ojos se
vayan a buscar las convocatorias del día. Durante toda
mi infancia y adolescencia mi madre nos
llevó a mi hermana y a mí a multitud de actos culturales, y nos inculcó el gusto
por el teatro, por el cine, por las conferencias. Recuerdo las veladas poéticas que se celebraban las noches de primavera en el patio empedrado de la Posada del Potro; las tertulias
flamencas en las bodegas; los conciertos al aire libre en el Alcázar; el ciclo
de cine sobre la guerra civil que organizó la diputación; las primeras obras que vimos en el Gran Teatro... Sí, la
inquietud cultural se enseña.
Gracias,
mamá.