Fue capital del imperio ruso durante más de 200 años; durante la Primera Guerra Mundial se le cambió el nombre a Petrogrado; y la Revolución Rusa la convirtió en Leningrado. Pasear por San Peterburgo hoy es pasear por el asombro, por la magnificencia de sus palacios y sus enormes avenidas, y por la armoniosa arquitectura de la ciudad. Sus canales sobre el río Neva, asomándose al Báltico; el esplendor de sus catedrales; el deslumbrante Palacio de Invierno; la colosal colección de arte del Ermitage; la vida cultural de sus teatros, sus restaurantes y sus locales... Todo evoca la Rusia de los zares y el esplendor de una época.
Caminando por sus calles, y alejándonos algo de la arteria principal, la avenida Nevski, es posible encontrar pequeños cafés y bistrós que conservan la esencia de la Rusia más literaria. En Gorokhovaya st, 22, de camino hacia la casa de Navokov, cuya visita me llenó de emoción, hice una parada en el Café Zoom, un lugar como de cuento, lleno de flores a la entrada, y lleno de encanto en su interior. En cada mesa, el azucarero y un vaso lleno de lápices de colores. En las estanterías, libros de arte, de ilustración y cuentos. Y sobre mi mesa, al azar, un libro de patrones de moda de los años 50, en ruso.
Sí, también en Rusia encontré "Cafés que me inspiran"...