En el año 2050 la población que vivirá en ámbitos urbanos crecerá, a nivel mundial, hasta los 6.000 millones de personas. Gran parte de lo que acontece en el planeta sucederá en ciudades, en enormes megalópolis, que serán las responsables de generar el mayor porcentaje del PIB mundial. Una de las consecuencias que ello traerá consigo, además de enormes desafíos desde el punto de vista social, ambiental y económico, será precisamente que las grandes ciudades globales se convertirán en nuevos actores geopolíticos, que competirán con los Estados y reclamarán sus derechos, de tú a tú,frente a los gobiernos nacionales.
El desafío que representa este nuevo equilibrio de fuerzas entre actores supone un órdago a los sistemas de gobernanza mundiales, que tendrán que responder a estos nuevos anhelos de una mayor participación urbana en las grandes negociaciones políticas, y que ya cuenta con algunos ejemplos que recoge un excelente análisis del CIDOB, un think tank de reconocido prestigio asentado en Barcelona. Así, Londres podría realizar algunos movimientos en oposición al Brexit frente a la decisión nacional; algunas ciudades europeas están reclamando su papel como ciudades refugio frente a una agenda migratoria europea que no comparten; y en Estados Unidos algunas ciudades "santuario" como Chicago, Filadelfia o Nueva Orleans, podrían estar planteándose continuar sus compromisos con el cambio climático, pese al rechazo del ejecutivo Trump a los compromisos de la Cumbre de París; así como rechazar la aplicación de las leyes migratorias federales por entenderlas injustas.
¿Decadencia de instituciones supranacionales? ¿Auge de lo local?
Lo cierto es que avanzamos en la senda de un siglo que algunos califican como "metropolitano", otros como de "federalismo urbano", y otros de mundo "hiperpolar con innumerables "micropoderes"...
Estaremos pendientes a lo que nos depara esta prometedora a la par que inquietante nueva geometría variable...