Hace ahora 30 años, Bruselas celebraba el lanzamiento de un programa para la movilidad de estudiantes universitarios, en el que apenas comenzaron participando un puñado de universidades europeas. El programa se llamó ERASMUS, y, con el tiempo, se ha convertido en el mejor instrumento de integración europea que jamás haya lanzado la UE.
En este aniversario, vuelvo la vista atrás, y sonrío al recordar mi estancia en la Universidad de Siena, junto a mis dos amigas Cristina y María, como unas de las primeras becarias Erasmus de la Universidad de Córdoba. Todo lo que aprendimos, todo lo que reímos, todo lo que vivimos y compartimos. Nuestra primera noche en la estación de "sottopassaggio"; las tardes en la biblioteca de la facoltá di Giurisprudenza; los paseos por Piazza del Campo; los capuccinos y los bombones Baci; las fiestas y los exámenes; il professore Grementieri; el frío de nuestra casa de la Tognazza; nuestras amigas Sao y Asunsao, las irlandesas, los vecinos griegos, i ragazzi napoletani...
Hoy, más que nunca, me reafirmo en que la verdadera unión de los pueblos es la de las personas.