
El partido de semifinal pilló a Ladytacones, por motivos de trabajo, en Almería. Al caer la tarde, bajó al salón del hotel donde se alojaba, pidió una Coronita y tomó posición frente al televisor. Otros viajeros anónimos compartían espectáculo, serios y expectantes. Cada uno en su mesa, pero la atención de todos en el mismo césped. Tras algunos "ays" y "huys", la llegada estruendosa del gol despejó la fría formalidad y los unió a todos en un salto fraternal.
(Mientras, el camarero de la cafetería, que no daba abasto para tanto sobresalto, iba de un lado a otro, bandeja en mano, murmurando como para sus adentros: "esto no está pagao con dinero...").
Para la final, Ladytacones se aseguró un asiento en casa...