Ayer tuve la oportunidad de impartir un taller sobre planificación territorial innovadora en Córdoba. Participaron en él los equipos técnicos de varios grupos de desarrollo rural de Andalucía, que, durante la sesión, se convirtieron en pequeños laboratorios de innovación social. En ellos abrimos la puerta a la creatividad, el pensamiento sistémico y a la co-creación para la redefinición de misiones en cada comarca, a la luz de la Agenda 2030 y del enfoque de especialización inteligente para la sostenibilidad. Debatiendo y haciéndonos preguntas, descubrimos hasta qué punto tenemos anclados en nuestra mente algunos esquemas de actuación, que han valido durante décadas, pero que hoy, a la luz de la nueva definición global de lo que significa desarrollo (en la que lo económico es simplemente un medio para lograr el bienestar a largo plazo para las personas y el planeta), no nos sirven y tenemos que desmontar.
Fue interesante realizar ejercicios colectivos de reflexión, de lluvia de ideas; esbozar árboles de causa-efecto para alcanzar visiones compartidas, y pasarlas por el filtro del soñador, del realista y del crítico. Y fue iluminador el momento en el que definimos los retos de cada territorio y vimos cómo existían diferentes perspectivas, porque, como decía Buckminster Fuller, "Realidad" siempre debería ir entre comillas...